martes, 4 de agosto de 2009

A pedido de la editora responsable:


En realidad la editora responsable no me pidió nada, pero reveló intrínsecamente una cuestión, a la que como un Chapulín Colorado, como un Batman enajenado (sin el puto de Robin, obvio), como un perro a su hueso, debo acudir.

El tema surge de los baches. Un tema revelador. Y parte de una cuestión: el bache tiene tal o cual virtud dependiendo de la vereda de la que se lo mire.

Y eso es así: no es lo mismo mirar el bache desde una vereda que mirarlo desde la otra, o mirarlo desde la esquina, mirarlo desde el primer piso de la casa de alguien o mirarlo a través de los vidrios sucios del Falcon del vecino (porque les recuerdo, amigos míos, que todo el Universo es diferente cuando se lo ve a través de los vidrios sucios de un Falcon).

Entonces, la identidad del bache depende del ángulo desde el cual se lo mira, lo cual no habla bien del bache, cuya identidad se ve metamorofoseada a los ojos del observador, no mantiene la compostura.

Ahora, ¿Qué mierda hace la gente parada mirando un bache? Como si fuera algo extraño, anormal, o producto de la caída de un meteorito.

La gente sale a chupar frío al pedo. Porque cuando uno va de un lugar a otro con esta fresca, trata de hacerlo lo más rápido posible. No anda perdiendo tiempo en pavadas, no se queda hablando en la puerta con otras gentes ni se queda mirando pa’ arriba.

Por eso la gente se enferma mucho en invierno. Y con la Gripe A que hay dando vuelta, es menester no perder tiempo mirando baches (ni ningún otro tipo de agujeros a la intemperie), y rajar rápido a la casa o refugio que se posea, meter las patas en la palangana con agua caliente (que ablanda las callosidades generadas luego de escalar al Uritorco en busca de ovnis) y tomar sopa, mucha sopa.

Si no fuera por los baches, habría un 78 por ciento menos de casos de Gripe A y un 82 por ciento menos de muertos. O sea, que la culpa de la Gripe A es de Vialidad, que nos distrae con baches en las calles que nos demoran afuera y nos hacen chupar un fresquete bárbaro. De última, si tanto les gusta mirar baches, que se lo hagan en el livin de la casa y se dejen de joder. ¿Qué cosa más linda debe haber que mirar un bache en el livin de casa, reposando en el sillón, al calor del hogar y tomándose un güisqui?

Bueno, más o menos esa era la cuestión de los baches. Claro que el discurso original fue más fiel, esta es una reproducción de lo que me acuerdo de aquel, luego de una serie de cartas que nos enviamos con Ellerstina Jómez entre los meses de enero y abril de 1869, cuando todo estaba lleno de baches. Pero la idea está. Ahora me voy a arreglar el parlante, que está hecho mierda.

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