jueves, 28 de enero de 2010

De las joyas del interior


En esta humilde contribución al Blog de Las máximas y mínimas del Maestro Vaporeso, les traigo un documento histórico, de uno de los descubridores más audaces y temibles de la provincia de Córdoba: Wolfesturbengensen Gómez.

Wolfesturbengensen Gómez fue un aventurero alemán que nació apenas estallaba la primera guerra mundial. El hombre, de madre alemana con bellos rasgos arios y el padre... todavía se busca; fue un descubridor precoz.

Cuenta en su libro de recuerdos que antes de cumplir su primer año de vida ya había comprendido la ley de la gravedad. El relato detalla cómo fue que el doctor lo dejó caer en el en instante que lo sacó del útero, creyendo que era parte de la placenta.

El origen de su apellido es misterioso: nadie sabe de dónde salió..

Exactamente, la madre llega a la Argentina el 6 de julio de 1914 cuando Wolfesturbengensen apenas tiene 3 años de vida. Se baja en el puerto de Bs As e inmediatamente se sube, por error, creyendo que se estaba yendo para la Patagonia, a un tren que iba para la hermosa Córdoba Capital.

La historia cuenta que apenas se baja en los andenes de la estación, el primer contacto humano es con un espécimen opaco con 5 dientes (siendo generosos ) y un aspecto totalmente desalineado que le dice “Hola mamása, ¿ dónde vai?”. Según testigos, la mujer espantada, corre temiendo por su vida y se sube a otro tren que en vez de rescatarla de esa tierra de impuros, la lleva para el corazón de la provincia: el bello Cerro Colorado.

Acá comienza otra vida para Wolfesturbengensen. El alemán de alma aventurera, al que sus amigos le terminarían diciendo “Cacho” (nunca se supo por qué) decide de pequeño ser un “descubridor”, vivir de los “tesoros” que recogiese en sus andanzas.

Sin ser demasiados extensos, simplemente voy a recalcar que Cacho como descubridor fue un fracaso total. Si bien se jactó de algunas que otras pinturas rupestres (se duda que no las haya hecho él, ya que disponía de una pésima mano para el dibujo) vivió a costas de su madre hasta que consiguió una esposa que trabajaba sol a sol para poder mantenerlo. Inclusive, se cree que el 90% de las cosas que decía haber descubierto son mentiras.

Sin embargo, con el correr de los años se encontró un cuaderno de viaje que se titulaba “El Libro de Oro”. La mayor obra que hizo el descubridor. Diez páginas completísimas de toda su vida profesional. Iremos sacando materiales para compartir de acuerdo vayamos descifrando de qué se tratan.

Hoy vamos a transcribir dos pedazos de papel manuscritos de tan fea manera que eran casi ilegibles. En un principio se pensó que este descubridor de poca monta había dado con su “Eureka”. Las pericias expertas que estudiaron el documento pensaron que era alguna clase de dialecto nativo. Terminaron descubriendo que la lengua no era ningún hallazgo, simplemente pertenecía a un campesino bruto, oriundo de Cabalango.

Dicho descubrimiento se basó en dos cuestiones netas: 1) En la hoja del cuaderno en que yacían los documentos estaba escrito claramente con la letra de Wolfesturbengensen “los encontré en el burdel camino a Carlos Paz”. 2) El documento estaba firmado por: Don Adalmasio Eusebio Moticelli cuyo domicilio consultamos en EPEC.

Una investigación más minuciosa nos permitió conocer el contenido del documento y acá lo compartimos con todos ustedes:


De la Yerba y el Agua


I

Benévola fusión si las hay

es el mate de mi tierra;

que cuando se sabe prepará

es un manjar de primera.


Hoy compadre amigo

le vengo a contá,

de lo que hay que entendé

pa’ un Mate sabé armar


Alguno andai por ahí

diziendo que el mate ze hace zolo;

pue’ escuche ute colega y aprenda

que la coza zola no funziona,

hay que sabé hazéla


El Mate no é pazonzos

hay que entendéle;

Zi le pone mucha yierba se tapa

y zi le pone poca ze ofende.


II

Todo el mundo le pienza

que a la yerba debe atendé

pero no caiga uté en la trampa

que la clave del mate

no é la yerba,

zino el agua.


Me dirá campezino moderno

y le pido que no se ofenda;

pero un mate de agua mineral

é como una oveja zoltera.


Zi el agua é de pozo

le recomiendo que no la uze;

La yierba se va lavá

a la velocidá de la luze.


No le voy a robá tiempo

y perdone zi lo incomodo

pero yo zolo quiero,

un buen Mate crioyo...


Hasta aquí se pudo reconstruir el testimonio de este campesino que no se sabe bien en qué época vivió. Seguramente estaremos atentos a los nuevos materiales que se puedan publicar gracias al descubrimiento casual de “El Libro de Oro” de Wolfesturbengensen Gómez.