viernes, 25 de septiembre de 2009

Una de "viejas chotas"


Hay algo que nunca entendí y que siempre me molestó, pero no porque no lo entendiera, sino por la actitud: el tema es ¿por qué las mujeres siempre buscan sentarse en el primer asiento en el colectivo?

Primeramente, debo aclarar que no me molesta que lo hagan aquellas señoras mayores o aquellas/os que presenten alguna dificultad motriz, como renguéz o cojéz, andar con bastonéz, idiotez, preñez o niñez (o sea, los que andan con niños a la rastra). En esos casos, es entendible, porque están más cerca de la puerta (aunque no se debe bajar por adelante) y le dicen al manejero “en la esquina”, y listo. Se simplifican su tarea, que ya demasiado dificultada está con su invalidez.

La cosa es con las otras, con las más jóvenes o aquellas que no tienen problema en ir más atrás y dejar libre ese asiento para verdaderos discapacitados. De hecho, antes en los 1114 en los primeros asientos decía “reservado para discapacitados”, o algo así, la cosa es que quedaba bien claro que esos dos primeros asientos no eran para los que estaban bien, lo que significaba que si te sentabas ahí, o eras un lisiado de mierda o bien un hijo de puta.

Entonces, apresuradamente afirmo, hay mucha gente hija de puta que anda en colectivo. Porque uno ve a un tipo pasar en un BMW, o en un Mercedes Benz, o en una cupé descapotable, y automáticamente piensa: “mirá ese hijo de puta”, pensamiento al que se llega tras hilvanar en milisegundos las siguientes deducciones: “si tiene ese auto es porque tiene guita, si tiene guita es porque es un cagador, si es un cagador es un hijo de puta”, lo que en resumen es: “mirá ese hijo de puta”.

Pero el tema del colectivo demuestra que también hay pasajeros hijos de puta, gente que anda en bondi y es de lo peor. Y que las mujeres no se ofendan, porque arriba de un colectivo hay de todo, pero el tema específico que estoy desarrollando es el de la ocupación de los dos primeros asientos, y de acuerdo a un estudio de la consultora Pito Garchante e Hijos Asoc. Ltd. Corp. United, en este caso el 96 por ciento corresponde al género femenino, generalmente de los 45 años para arriba (para abajo también hay, pero en menor porcentajéz). Ya habrá oportunidad de desarrollar otros temas, como el de los pedos sordos y huérfanos que se tiran arriba del colectivo (un tema apasionante por cierto), algo que alcanzó elevadísimos niveles de destreza y desarrollo que han transformado este tipo de actos en un verdadero arte.

Pero, ¿por qué sentarse en el primer asiento?. Por la vista no, si siempre se hace el mismo viaje y se conocen el trayecto mejor que el colectivero. Por comodidad tampoco, porque convengamos que sentarse en el segundo, tercero, cuarto o quinto asiento no implica que después haya que caminar 5 km para llegar a la puerta. Para charlar con el chofer menos, simplemente porque no lo conocen: solo las trolas se sientan ahí y le dan charla (quien conoce a un chofer y le quiere dar charla, se para detrás del asiento y le habla mirando al espejo de arriba). ¿Entonces? Simplemente porque es gente jodida, egoísta. ¿Qué le cuesta ir un poco más atrás, y no digo al fondo, sólo una o dos filas para así allanarle el camino a los minusválidos?

Es más: hay mujeres tan jodidas que para ellas el tema de ocupar esos asientos -o bien hacerse de cualquiera que esté libre cuando el bondi viene cargadito- se convirtió en una feroz competencia, una guerra de miradas de reojo (“a ver que hace la otra”), de movimientos veloces, torpes, empujones, para caer sentadas en el asiento (a esta altura ya es un trono) con la espalda erguida y mirar fijo para adelante, con orgullo, como diciendo “este es mi hijo, el abanderado”. Y es nada más que un asiento. Es terrible ver eso.

Porque también están los que se van para atrás, casi en un 100 por ciento los hombres, y que merece otro análisis particular y comprometido; están los que siempre buscan asientos individuales; o los que siempre van por los dobles; o los que no van ni atrás ni adelante, solo al medio; o los que no se sientan aunque el colectivo vaya vacío (esos son policías o tienen hemorroides). Pero el caso más urgente es éste, porque es un tema social a resolver y que atenta contra los más débiles. Es el mal por el mal mismo.

Por eso el caso de las mujeres que van en la primera fila me molesta. Es de mal vecino, porque seguro que esa que se sienta adelante sin necesidad es la típica vieja de mierda que no te devuelve la pelota cuando cayó en su patio; o es la típica una mala compañera de trabajo (generalmente empleada pública o maestra jubilada), de las que hacen puterío todo el día y te sacan mano cuando no estás; típico de vieja que sale a barrer la vereda cinco veces por día para saber los movimientos de los de la cuadra.

Por eso, propongo que elevemos al Concejo Municipal un proyecto de ordenanza para que dispongan que a partir de ahora en los primeros asientos diga “Asientos reservados para viejas chotas y/o lisiados”, con lo cual conseguiremos una de dos cosas: o blanqueamos la situación de estas mujeres; o estas, por no querer ponerse el sayo que les corresponde, se sienten más atrás.
Terminé.

PD: tengan en cuenta lo siguiente: Antonio Cafiero y Lorenzo Pepe son los únicos Peronistas que quedan con vida. El resto, aunque se digan peronistas, no lo son. Sepamos diferenciar al Peronista del Justicialista. Los primeros son peronistas de Perón; los otros son políticos que sacan provecho de Perón y de su nombre, vividores, escorias y lacras, chupa sangre y ladrones. Cuando Cafiero y Pepe mueran, habrá muerto el verdadero y único peronismo.

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